martes, 18 de octubre de 2011

DE LO PRESENCIAL A LO PERFORMATIVO.

Aunque este texto reflexiona sobre el por qué de la fotografía, al leerlo acude a mi memoria el clásico cuadro de Magritte: En él figura una pipa y junto a ella un texto explicativo: “Esto no es una pipa, es la imagen de una pipa”. Parece querer aclarar que no se trata de un objeto sino una mera representación. En la era de la imagen se duda de la realidad, ya no están fácil escindir el objeto se su imagen.
Vivimos dentro de una era virtual que nos permite creer en lo invisible. Pero… ¿cómo podemos registrar lo no visible?. Tal vez baste con aludir a ello.

Robert Bary en sus “series de gas inerte” acomete una profunda tarea metafísica. Da la impresión de querer fotografiar el alma o el pensamiento, algo que sí está pero que no se percibe. El texto nos indica la existencia del gas, provocando así un acto de fé en la fotografía que nos hace creer en lo invisible.

La palabra escrita también es una imagen por sí misma. Keith Arnatt en sus fotografías está manifestando: lo que digo es lo que soy.

Todo es cuestión de lenguaje, y un lenguaje es un modo de adaptación. El hombre se impone a través de él, el mundo que vemos está determinado por el lenguaje que usamos, y la fotografía, al fin y al cabo, es eso: un lenguaje.

Wittgenstein en sus malabarismos lingüísticos declaraba que lo importante no es lo que se dice, sino el contexto: como, donde y por qué se dice.

Austin en sus “Actos del habla llega a afirmar que: “decir es hacer”.

Mirar también es ser. Hoy la imagen ha desplazado a la racionalidad cartesiana. La máxima actual podría ser: Miro luego existo.

Baudrillard creía asistir tranquilamente al crimen perfecto de la realidad. La clave era sustituírla por imágenes. Aunque tal vez, más que matar a la realidad, nos hemos creado una realidad imaginaria.


Existe un viejo poema de Cabrera Olgoso llamado “balada del agujero en la media” que dice:

“Tú todavía crees en la realidad, y por el agujero de tu media entra el sol y llena de luz el cuarto yo conozco otra ciudad una ciudad que nadie conoce y nadie transita”.

La fotografía ya no es una simple huella química del pasado. No solo es un recipiente de memoria lleno de tiempo, también contiene una inteligencia propia.

La sangre de la fotografía es la luz, un elemento carente de peso y volumen, un extenso espejismo. Y esa luz impresa es el ADN del tiempo, una evidente demostración de que algo sucedió

Decía Carriere que “abrir la memoria, la realidad vivida, es abrir la historia”. Siempre han querido convertir a la fotografía en la mente de la Historia, en la testigo del tiempo, sin saber que ese tiempo, llevado al extremo, no es más que muerte.

Sin duda lo que se establece en la imagen fotográfica, es un partido de ping pong entre dos lugares del tiempo: Un instante crionizado y el presente vivo y eterno. Pero nunca ese presente absoluto puede captar en todo su vigor a ese instante que se fue. Al fin y al cabo, la fotografía tan sólo consigue aprisionar parcialmente la vida e inmovilizarla como si fuese una mariposa encerrada en un volúmen de metacrilato. Berger pensaba que “toda imagen es un modo de ver”. Sin duda cada plano captado aporta diferentes significados psicológicos. Todos sabemos que un plano de detalle aporta siempre un mayor dramatismo. La cámara es un ojo mecánico que no piensa. Lo que nos llega es siempre el enfoque del que fotografía.

Toda imagen es parcial. Siempre elegimos al mirar, interpretamos, abrimos una ventana concreta por la cual queremos que miren al lugar del pasado que nos interesa.

Ed Rusha convirtió el trayecto entre los Ángeles y Oklahoma en una sucesión de gasolineras. Abrió su propia ventana para que mirásemos por ella.

Barthes afirma que “la fotografía es una experiencia decisiva de lo que ha sido”. Más bien podríamos afirmar que: es una interpretación decisiva de lo que creemos que fue.

La performatividad señala un determinado suceso, cuestionándolo hasta convertirlo en pensamiento.

A veces el fotógrafo sólo pretende decir: Yo estuve allí, eso que veis existió conmigo y aún permanece en mí. No creo que fotografiar sólo sea ordenar instantes remotos. Fotografiar es demostrar la estupidez del afán enciclopédico, la inutilidad de los diccionarios, es liberar a las imágenes de los estructurados cementerios, intentar atrapar un simple instante, un leve escalofrío del inagotable temblor que agita al universo.

Al preguntarme ¿Qué ha sido de la fotografía? Retorna de nuevo a mi mente la consabida obra de Magritte: “Esto no es una pipa, es la imagen de una pipa”.

Objeto si, imagen no…

¿Objeto o imagen?...


Estas fotografías tomadas hace tiempo pretenden reflexionar sobre los límites entre la realidad y lo invisible
Imagen.


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