miércoles, 12 de octubre de 2011

SOBRE BERND Y HILLA BECHER...

Me parece lógico que la publicación de su foto-libro no lograra una recepción favorable. Es normal que lo nuevo se acoja con desconfianza.

Muchos artistas han mitificado a las construcciones industriales. García Lorca hablaba de los chicos que luchaban con la industria en su “Poeta en New York”, pero la poesía trabaja con emociones. Los Becher contradicen las reglas de la poética de Aristóteles, al prescindir de toda posibilidad de manipulación emocional.

 Mediante largas exposiciones, logran desvestir a las arquitecturas de seres y anécdotas, fomentando así su soledad.

Son entes seriados, solitarios pero colectivos, semejantes y únicos. Definen tópicamente esa unidad dentro de la variedad, que según algunos, caracteriza al arte.

 Considero que un elemento aislado del entorno se reviste de poder, del mismo modo que un simple punto de luz logra surgir entre toneladas de oscuridad. Ese poder que adopta, se multiplica en la serie.

 Asistimos a la exposición de una industrial metafísica que firmaría el propio Giorgio de Chirico.

Son esculturas. Al fin y al cabo volúmenes, llevan el anonimato como inquietante virtud. Bernd y Hilla no quieren representar reliquias, no tiene pretensiones taxidermistas. De alguna forma, esas melancólicas imágenes también insuflan vida…

 Pienso que es una noble tarea la de documentar en imágenes al mundo que se va sin remedio. El único espacio sagrado capaz de inmortalizar lo que desaparece, es el visual. Todo esto me hace recordar una frase que pronunció Jean Claude Carriere mientras hablaba de la importancia de recoger las imágenes que van a irse:

 “…la imagen es una civilización profunda”

Esta serie de fotografías las tomé en el polo químico de la ciudad de Huelva






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