miércoles, 19 de octubre de 2011

MARTIN PARR

El autor sabe perfectamente que la magnum es una especie de logia con ventajas editoriales, una institución gremial y endogámica que, como toda institución, adopta posturas conservadoras ante lo nuevo. Martin Parr entiende como un reto ingresar en ella, y llega a disfrutar con su trabajo de fotógrafo editorial.  Es plenamente consciente de que quiere formar parte de un aparato ideológico que explica y legitima al mundo con su propio discurso. Sabe que entra en un grupo de poder, en una élite que imparte ideas y articula su visión social a través de imágenes muy concretas.

En los medios está el poder, y él quiere formar parte de la Magnum que es la que controla el medio fotográfico. Es como ingresar en un campo político: necesitas tener partidarios y emplear bien tu propia oratoria. Está contento de ser criticado por Bresson, porque así se habla de él.

Le agrada que su aportación haga permeable esa élite a otras tendencias, así pone a prueba los límites de ese liderazgo compartido. Es un hombre relativista que no duda en afirmar que el mundo no es bueno ni malo, pues depende del enfoque que se emplee al mirarlo. Parece haber llegado a entender que el trabajo intelectual básico del fotógrafo es comprender e interpretar.

Sin duda es complicada la tarea de captar la realidad en un mundo de incierto destino que cambia frenéticamente, un planeta necesitado de fotógrafos que lo testimonien y cuestionen. Por eso desea fotografiar aquello que nadie fotografía. Llega incluso a afirmar con valentía lo mismo que el filósofo Gustavo Bueno postuló tenazmente: "El gran problema del mundo es la plaga humana". Somos demasiados, y además vivimos en un lugar en el que la velocidad visual  agota la historia en apenas un siglo, y la hace girar sobre sí misma, creando neotradiciones audiovisuales y nuevas mitologías. Entre el salvaje bombardeo imagológico parece hacerse realidad la paradoja terminal de Kundera: "El hombre que nada posee y avanza sin dueño".

El poeta futurista Vertov afirma que: "Los cineastas revolucionarios deberían hacer películas sobre la actualidad, sobre los acontecimientos diarios de la gente corriente". Martin Parr también quiere mostrar una nueva manera de ver basada en la candente actualidad. Se trata de reflejar el contexto imagológico en que vivimos, ilustrar eso que Miller llamaba "la pesadilla climatizada".

Sorprende la sinceridad que muestra el autor al plantear abiertamente su ambición social y al reconocer que le gusta comer y dormir bien. La autocrítica hace descarnada su franqueza cuando asegura: ..."Por supuesto, soy un hipócrita; por supuesto soy rico también... Me encanta explorar mis propias hipòcresías".

No es más que un artista en busca de su mejor representante. Picasso hizo lo mismo al asociarse al judio- aleman Kanhweiller.  Jay Ruby afirma que "el artista es reflexivo cuando utiliza su experiencia personal como base de su arte".  Parr utiliza la autoreferencia al dirigir la cámara sobre sí mismo, porque sabe perfectamente que él y todos nosotros formamos parte del problema.


               Adjunto varias fotos tomadas en Roma y Sevilla









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