jueves, 20 de octubre de 2011

LA ESCUELA DE HELSINKI

La libertad es el concepto general que une a esta escuela, libertad que genera creatividad para desglosarla en tantas tendencias como autores. Pero cuanto más dispar y heterogéneo es un grupo, más riqueza muestra.
El conocimiento, unido a la independencia, ocasiona un cruce de caminos que convergen en esta geografía nórdica. Parecen estar unidos por la nostálgica atmósfera vikinga, por el silencio del hielo. También les cohesiona la geografía humana, esa honesta humildad que reflejan los retratos.
Palomaki quiere llegar a la máxima expresión de libertad haciendo que el objeto fotografiado tome protagonismo en el proceso al pulsar el botón  y autoinmortalizarse.



Estos contemplativos autores proceden de una sociedad de la abundancia que produce sin problemas más de lo que necesita. Son fruto de un excelente sistema educativo, y a su manera, con sus imágenes reproducen la esencia de una cultura muy particular.
La amplia difusión de esta escuela tiene que ver con una buena galería y con la propia globalización que antropologiza el mundo hasta convertir lo local en universal.
Realmente no importa demasiado la lógica dominante de esta escuela. A veces se crean agrupaciones útiles para orientar a los estudiosos y para vender al público.



Muchos de estos autores emplean procesos etnográficos. La etnografía surge de la necesidad de la clase media occidental de explorar, documentar y explicar el mundo en que vivimos, para así, dominarlo simbólicamente.
Ilkka Halso vive una aventura con el entorno, interacciona con él y amuebla a su modo la naturaleza. Desarrolla al fin y al cabo su propio trabajo de campo.
Eskildsen en su serie “the Rome journeys” realiza un proceso etnográfico, una experiencia vivencial que le lleva a recorrer siete países captando luces y perspectivas.



La clave es el concepto, la idea, todo empieza por ahí. Ella debe conducir a aprender la técnica necesaria para expresarla. Sin embargo, en casi todas las escuelas de arte únicamente se centran en la adquisición y perfeccionamiento de la técnica, dejando de lado a la propia idea.
Kalle Katila persigue el paisaje perfecto, como si quisiera viajar a un platónico mundo ideal para transcribirlo en términos paisajísticos y situar dentro una silueta de espaldas que somos cada uno de nosotros.
Kantanen quiere “escribir con luz el lenguaje del alma, para entender que hacemos por aquí”.
Cada modo de vida al igual que cada proceso, es una síntesis singular y creativa en continuo desarrollo. Y todos, a su manera, pretenden atrapar el enorme peso que adquieren las vidas cuando se captan en un momento trivial. 

Estas fotos tomadas en templo del Buda de jade en Shanghai y en el Algarve tienen una intención etnográfica.











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